domingo, 2 de septiembre de 2012

¡Así no!

Señor Ministro de Educación:

Soy un profesor de Secundaria de un centro público de Madrid. Observo con estupefacción las medidas que está impulsando para “reformar” el sistema educativo. Quiero manifestar, como ya han hecho muchos profesionales de toda condición, mi rechazo más absoluto, mi repulsa y mi indignación cívica ya que tengo pocas formas democráticas de expresar mi opinión y mi blog, afortunadamente, es una de ellas.

No espero que lea esta carta, ni espero que tenga incomodidad alguna ya que debe estar curtido en estas lides, son unas cuantas ya las cartas que le han escrito y usted ni si quiera tiene a bien comparecer en el Parlamento o ante los medios de comunicación para responder en una rueda de prensa sin censura.

Coincido con usted en que el sistema educativo necesita cambios urgentes, los profesores somos quiénes más los llevamos demandando. Pero esos cambios, no son cambios ideológicos para imponer un modelo de sociedad que excluye a buena parte de ella, sino que más bien, son cambios que permitan, de una vez, dignificar nuestro trabajo, aportarnos medios y estabilidad, y, especialmente, atender a los problemas reales del sistema educativo: el elevado fracaso escolar y abandono temprano, la rigidez organizativa del sistema, la escasa motivación del profesorado y alumnado, la alarmante falta de medios humanos y materiales, el uso de metodologías obsoletas y la falta de apoyo decidido de la administración por sus sistema escolar. Hay más problemas, pero con avanzar en la solución de los anteriores, el paso hacia delante sería enorme.

Sin embargo, en su Ministerio proponen como soluciones a los problemas del sistema educativo una batería de medidas que nos retrotrae directamente a la escuela franquista: el aumento de ratios en las aulas; la supresión de profesorado interino; la educación basada en segregación por sexos; la supresión de Educación para la Ciudadanía y su sustitución por otra materia de contenido ideológico y del agrado de la Iglesia; el aumento de horas de clase del profesorado; la falta de consideración de etapa educativa de Educación Infantil con la supresión de apoyos y eliminación de los requisitos mínimos para abrir un centro educativo en esa etapa; las reválidas en Primaria, Secundaria y Bachillerato; la selección del alumnado desde antes de acabar la educación obligatoria; la disminución de becas y el aumento de exigencias para obtenerlas; la supresión de optatividad e itinerarios en ESO y Bachillerato; la supresión de la Selectividad porque entran demasiados alumnos a la Universidad…

Alguna medida me habré dejado, desde luego, pero le aseguro que cualquier profesor europeo se llevaría las manos a la cabeza ante la cantidad de despropósitos que su departamento ha legislado (o tiene la intención de hacerlo) en tan poco tiempo. Ahora se entiende porqué no quisieron firmar el pacto educativo con el principal partido de la oposición cuando éste planteó reformar el sistema. Los ciudadanos europeos dudo que permitieran en sus países un ataque tan frontal y brutal contra el sistema educativo como el que se está llevando a cabo en España bajo la excusa de la crisis. Con las cosas de comer no se juega.

Todos los expertos dicen que para salir de la crisis un país debe acometer una fuerte inversión en Educación, Investigación y Desarrollo. En España, lejos de invertir, desmantelamos la Educación y la baja inversión en I+D deja a la ciencia estancada.

Soy un educador vocacional que mañana comenzará el nuevo curso escolar con menos ilusión que nunca pero que desarrollará su trabajo con la máxima profesionalidad posible. Mi indignación no puede restar un ápice de profesionalidad porque delante de mi están alumnos y sus familias. Desarrollaré mi trabajo en las peores condiciones que haya tenido desde hace muchos años, tantos que ya no recuerdo. La calidad educativa será cada día menor porque los milagros no existen y no se pueda hacer más con menos. Ni la profesionalidad ni la vocación pueden suplir las medidas estructurales que condenan al sistema educativo. Lo siento, Sr. Ministro, no me siento en absoluto culpable de los desatinos que sus “reformas” van a provocar.

Algún día, los ciudadanos le pediremos cuentas de forma democrática, y no sólo con nuestro voto. Mientras llega ese momento, le digo que así no podemos avanzar hacia ningún lado. Así no podemos preparar a nuestros alumnos para el S.XXI, así no podemos construir una sociedad basada en valores democráticos. No cuente conmigo.

¡Así no!

Víctor Cuevas en EDUCADORES21

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